viernes, 7 de junio de 2013

MI JUVENTUD


Parece que fue ayer, sí, mi tiempo como seminarista, tuvo la misma constante de mis formadores (sacerdotes) cuando nos reuníamos para platicar, el reproche, algo estaba yo haciendo mal, algo no estaba interpretando correctamente. Lo curioso que ya en la última etapa, cansado y triste, quizá cuando ya nada tenía que perder, es cuando decidí enfrentar las oposiciones con mayor fuerza, no encontré nada, tan solo tristes y tontos prejuicios de ellos.  


Cuando estás en el seminario,  tu voz no tiene mucha fuerza, pero la de los formadores sí, así que puedes estar viendo anomalías en tus compañeros, pero si es apoyado por alguno de los sacerdotes, en vano te esfuerzas por denunciar un acto inmoral.  


La mayor parte de mis formadores y compañeros del seminario, eran homosexuales, pero es algo que no se podía hablar, mucho menos hacerlo público. Yo tuve la valentía de reconocer como Dios me había mandado a este mundo, sin poder hacer nada al respecto, pero ellos no. Ahora los miro, en la boca de sus propios feligreses, murmurando lo que no se atreven a decirles de frente, inclinaciones obvias, pero disfrazadas en un hábito, peor aún, en una doble moral, acostumbrados a vivir de su investidura.  


Cuando ya no pude continuar en el seminario, ya que cierta información privada (abusos de la infancia que manejaba con ayuda profesional) estaba en los oídos de todos los sacerdotes, cuando se suponía que era confidencial, una bestia nació en mí, tan solo quería destruir lo que hasta en ese momento significaba mi mundo.  


Con las palabras más duras fui maltratado y humillado, acusaciones que contradecían al ingenuo chico que tenían en sus manos desde los 16 años, al mismo que habían dicho querer, pero ahora era juzgado de actos que ellos asociaban, pero que nada tenían que ver con mi persona, ya que ni 10 años fue suficiente para conocerme realmente.  


No perdí mi fe en Dios, porque nunca dependió de ellos, eso es algo que fue claro en mí, pero sí perdí la confianza en la institución, la cual considero bastante contradictoria y ausente de coherencia. Mis amigos, al menos los que consideré por muchos años, casi todos se han ido de mi vida, ya son sacerdotes, quizá represento algo inapropiado para ellos.  

 
Los paseos, convivencias y bromas, es algo que llenó mi vida en aquellos tiempos, mi primera e ingenua juventud que confió en ellos. En la actualidad, con frecuencia se viene a mi mente muchos momentos agradables con mis amigos, pero ya casi nadie está, como si hubiera sido un espejismo, una historia creada por mí.    


Las historias no son para formar partidos y mucho menos resentimientos, creo que son para aprender a vivir con mayor intensidad siendo uno mismo, algo que nunca debe de ser sacrificado por nada ni nadie.  


Mi querido amigo, a veces es mejor caminar sin mirar atrás, quizá hacerlo solamente para recordar  que no debes de parar, que los más bellos momentos  y los buenos amigos están por venir.

Gracias por seguirme, por leerme.
Juan M. Castro

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