Lo que muchos consideraban trágico, para ella no era así,
no, ya estaba preparada, sabía que su hora había llegado, pero nadie lo había
notado, sí, alguien está presente. Los hijos salían y entraban de la
habitación, pero ella estaba sola, una gran lucha interna, la fuerza del pensamiento
resistiendo para no dejar morir el cuerpo, «Tú puedes lograrlo, sé que no es
fácil, así como no lo fue tu vida», le susurraba al oído un ángel, pero ella
tan solo sentía paz en medio de los intensos dolores. «No estás sola, he sido
enviado para acompañarte en la gran travesía, sí, Él te espera», le seguía
hablando, mientras ella con esfuerzo sostenía la mirada en sus hijos, sus
amores.
Todo se desvanecía, una profunda tristeza la invadió, el
último suspiro, «Pude haberlo hecho mejor», dijo en su pensamiento, fue el final.
Un extraño sentimiento jamás experimentado le permitió comprender el momento,
tan solo les sonrió suavemente a sus hijos, lo último que pudo ver fue la presencia
del ángel con los brazos extendidos hacia ella, con una intensa mirada de amor
y entendimiento.
Nadie ya estaba presente, solo ella, pero alcanzó a escuchar
la voz de su hijo que la apretaba entre sus brazos, lloraba desesperadamente,
«No te detengas, él estará bien, lo veraz de nuevo y será para siempre, ya no
es tu vida, es de nuestro señor, debo de conducirte hacia Él», le dijo el ángel.
Ella se entregó, su travesía era larga, pero descansaba en
sus palabras, donde tan solo era consolada, eso permitía su liberación. El
ángel la preparaba para el encuentro con el creador, sí, el último tiempo
espiritual, permitiendo que la reconciliación consigo misma llegara por la
memoria, su pensamiento se expandía en el amor, el más perfecto perdón.
Juan M. Castro
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