Siguiendo la doctrina cristiana, parte de ella inspirada en
las sagradas escrituras, me cuestiono entonces, ¿Quiénes son los condenados,
después de esta vida? Claro, es un intento por entender más allá del
pensamiento popular-religioso, muchas veces expuesto a interpretaciones que
contradicen al Dios que Cristo llamó “Padre”.
No olvidemos algo, después de todo lo dicho en la vida, las
palabras tan solo palabras son, la forma de vivir es una respuesta frente al conocimiento adquirido
o lo que tan solo se repitió sin cuestionar.
Ayer, platicando con un amigo, surgió el tema de la
salvación del alma, así como el de la condenación, claro, bajo la
interpretación cristiana y las diferentes formas como lo presentan las
Iglesias. Yo le decía, «En todas las comunidades cristianas, incluyendo al
catolicismo, podemos encontrar grupos radicales, quizá la palabra correcta
sería “fanáticos”, (lo digo sin ánimo de insulto), es verdad que es una
constante en estos ambientes el hablar de la condenación, incluyendo en ciertas
dudosas apariciones marianas, donde pareciera que en los mensajes dados, la
mayor parte de la humanidad arderá en los infiernos», yo le decía.
Muy independiente del final de la conversación, me acosté
anoche pensando en esto y de la misma forma me levanté, por eso escribo al
respecto. Los límites entre la ficción y la realidad no siempre son claros, de
la misma forma, si utilizo el término “manipulación” por parte de las comunidades
religiosas, esto tampoco anula ciertas realidades, aunque ellos las interpreten
muy a su forma.
“La inteligencia humana”, sí mi querido amigo, es ella en
quien me refugio en última instancia, sí, antes de confiar en las palabras que
terminarán afectando mi vida, así lo que para muchos puede ser un sacrilegio,
para otros puede ser el tan solo cuestionar, para tener una mayor claridad y
entendimiento.
El pecado, interpretado y adaptado en las culturas, sin duda
adquiere matices diferentes, pero similares, formas que en su propia lengua llevan
al hombre a dividirse a sí mismo. La corrupción y la maldad en todos los
pueblos producen también lo mismo.
Las diferentes formas de comunicarnos con Dios y de vivir la
fe, sin duda es la mayor muestra de la pluralidad que lucha y convive en la intolerancia,
curiosamente frente al creador de la diversidad.
El egoísmo y la intolerancia, me lleva a pensar en dos grupos
humanos que bien los puedo representar en dos categorías:
1) El mundano: Que quizá viviendo de sus propias satisfacciones,
no ha tenido una experiencia real con Dios, pero no ha logrado encontrar quien
le hable de Él, sin juzgarlo y
etiquetarlo antes.
2) El fanático: Que creyendo conocer a Dios se cree
privilegiado y salvo, apartándose de los que considera pecadores, abrazando la
intolerancia, olvidando que en la última instancia, la salvación tan solo es una
gracia de Dios (voluntad de Dios) y no de los pobres méritos humanos que
pretenden alcanzar la divinidad.
Sé que estoy extendiendo mucho mi reflexión, pero considero
necesario explicarlo para sacar las telarañas que se formaron en mí en la
conversación de ayer. Utilizando a estos dos grupos humanos, que odio
catalogarlos de tal forma (mundanos-fanáticos), pero que resulta fácil para mi
explicación, es como se me hace ridículo e ignorante, así como en contra de los
mismos valores cristianos el estimular la división.
Quizá la mejor forma es
vivir la fe en el más humilde silencio, sabiendo que la voluntad de Dios tan
solo pertenece a Él, sabiendo que somos parte de su creación, que intentar
moralizar, es como entrar en la casa de tu amigo y criticar la decoración que
él mismo ha hecho en sus espacios, no sería prudente, de igual forma
compartimos este espacio tan diverso que tan solo tiene una firma, Dios.
El amor y la tolerancia sin duda seguirán permitiendo que
todo sea posible, donde la coherencia está en armonía con la razón, quizá sea
la mayor muestra de la fraternidad humana.
Juan M. Castro
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