miércoles, 19 de junio de 2013

Los condenados



Siguiendo la doctrina cristiana, parte de ella inspirada en las sagradas escrituras, me cuestiono entonces, ¿Quiénes son los condenados, después de esta vida? Claro, es un intento por entender más allá del pensamiento popular-religioso, muchas veces expuesto a interpretaciones que contradicen al Dios que Cristo llamó “Padre”.  


No olvidemos algo, después de todo lo dicho en la vida, las palabras tan solo palabras son, la forma de vivir  es una respuesta frente al conocimiento adquirido o lo que tan solo se repitió sin cuestionar. 

Ayer, platicando con un amigo, surgió el tema de la salvación del alma, así como el de la condenación, claro, bajo la interpretación cristiana y las diferentes formas como lo presentan las Iglesias. Yo le decía, «En todas las comunidades cristianas, incluyendo al catolicismo, podemos encontrar grupos radicales, quizá la palabra correcta sería “fanáticos”, (lo digo sin ánimo de insulto), es verdad que es una constante en estos ambientes el hablar de la condenación, incluyendo en ciertas dudosas apariciones marianas, donde pareciera que en los mensajes dados, la mayor parte de la humanidad arderá en los infiernos», yo le decía. 


Muy independiente del final de la conversación, me acosté anoche pensando en esto y de la misma forma me levanté, por eso escribo al respecto. Los límites entre la ficción y la realidad no siempre son claros, de la misma forma, si utilizo el término “manipulación” por parte de las comunidades religiosas, esto tampoco anula ciertas realidades, aunque ellos las interpreten muy a su forma. 

“La inteligencia humana”, sí mi querido amigo, es ella en quien me refugio en última instancia, sí, antes de confiar en las palabras que terminarán afectando mi vida, así lo que para muchos puede ser un sacrilegio, para otros puede ser el tan solo cuestionar, para tener una mayor claridad y entendimiento. 


El pecado, interpretado y adaptado en las culturas, sin duda adquiere matices diferentes, pero similares, formas que en su propia lengua llevan al hombre a dividirse a sí mismo. La corrupción y la maldad en todos los pueblos producen también lo mismo.  

Las diferentes formas de comunicarnos con Dios y de vivir la fe, sin duda es la mayor muestra de la pluralidad que lucha y convive en la intolerancia, curiosamente frente al creador de la diversidad. 

El egoísmo y la intolerancia, me lleva a pensar en dos grupos humanos que bien los puedo representar en dos categorías: 

1) El mundano: Que quizá viviendo de sus propias satisfacciones, no ha tenido una experiencia real con Dios, pero no ha logrado encontrar quien le hable  de Él, sin juzgarlo y etiquetarlo antes. 

2) El fanático: Que creyendo conocer a Dios se cree privilegiado y salvo, apartándose de los que considera pecadores, abrazando la intolerancia, olvidando que en la última instancia, la salvación tan solo es una gracia de Dios (voluntad de Dios) y no de los pobres méritos humanos que pretenden alcanzar la divinidad. 


Sé que estoy extendiendo mucho mi reflexión, pero considero necesario explicarlo para sacar las telarañas que se formaron en mí en la conversación de ayer. Utilizando a estos dos grupos humanos, que odio catalogarlos de tal forma (mundanos-fanáticos), pero que resulta fácil para mi explicación, es como se me hace ridículo e ignorante, así como en contra de los mismos valores cristianos el estimular la división. 

 Quizá la mejor forma es vivir la fe en el más humilde silencio, sabiendo que la voluntad de Dios tan solo pertenece a Él, sabiendo que somos parte de su creación, que intentar moralizar, es como entrar en la casa de tu amigo y criticar la decoración que él mismo ha hecho en sus espacios, no sería prudente, de igual forma compartimos este espacio tan diverso que tan solo tiene una firma, Dios. 

El amor y la tolerancia sin duda seguirán permitiendo que todo sea posible, donde la coherencia está en armonía con la razón, quizá sea la mayor muestra de la fraternidad humana. 

Juan M. Castro

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