sábado, 25 de mayo de 2013

La última lucha



                                         

La muerte de los prejuicios, una gran lucha personal, donde la fuerza de la verdad permitirá vivir con realidad, la aniquilación del miedo y la culpa, por una simple, pero profunda  vida que no se volverá a remplazar  por principios contradictorios entre sí, que ya han causado gran división interna. 

Recuerdo aún esa noche, bebían en copas rebosando de sangre, se alimentaban de sus propios crímenes, pero habían cometido el error de dejar algunos testigos, la verdad es que siempre quedan, pero cada vez es más fuerte la voz y menos el temor.  



También yo bebí esa noche, de hecho lo hice por una década, bailaba desnudo con ellos bajo la luz de la luna, transpiraba al olor de la muerte, durante el día alzaba los brazos con gran solemnidad, con una  sonrisa magnética me convertía en el centro, pero lo desplazaba a él. 

Entre la realidad  y las figuraciones de la ficción, de la forma más trágica terminé de manera incomprensible fuera del camino, un tiempo desolador, pero liberador. 

La última lucha interna, entre el sentido y el pasado, dos realidades vivas en mi memoria. A veces despierto en la noche, tengo la sensación de que aún participo con ellos, sigo sintiendo correr la sangre por mis labios, pero no la veo, entonces desesperadamente abro la ventana de mi habitación, respiro profundamente y me tranquilizo. 

Cuando permites que conduzcan tu vida, tan solo te alejas de ti mismo, expones lo más sagrado, tus emociones a la indulgencia de tu propio raciocinio manipulado, donde tan solo fluye de la manera más armoniosa la maldad, tu inteligencia moralizada destruyendo contradictoriamente tus propios anhelos. 

 En las tardes, frente a la mar, desde lo alto contemplo el atardecer, mis perros caminan a mi lado, pareciera que he vivido muchos años, pero no, quizá tan solo tengo poco conmigo, donde la soledad me ha hecho reencontrarme con el sentido.



Un corazón marcado, una memoria 
entre el ayer y hoy. 

Juan M. Castro

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