La vida jamás se detiene, lo mismo sucede con el proceso
de las interpretaciones personales, no importando si tienen o no argumentos
genuinos, sigues construyendo o deformando tu propia personalidad.
Cuando termina la búsqueda de la propia identidad,
entonces es el inicio del empobrecimiento, la pretensión fundamentada en un
limitado conocimiento se convierte en la directriz, la realidad es sustituida
por la ficción y los prejuicios.
No es verdad que necesitas que alguien te guíe, más la
voluntad y el reconocimiento de tu situación, el proceso es automático, jamás
se detiene, pero requiere el impulso del deseo para tu propia transformación.
La intuición o las corazonadas pueden ser un buen inicio,
pero también estas figuraciones peligran por los miedos internos.
Sin duda que es un imperativo romper con un antiguo y
constante aprendizaje, “definirnos por el pasado”, no tiene sentido, más el
esfuerzo debe de ser, “aprender de él, pero no estimularnos por lo que ya no es
una realidad, el miedo es el eslabón que nos mantiene atados a él.
«Viví muchos años flagelándome por el ayer, la culpa le
permitía al pasado definirlo todo, entonces mi vida se hizo cíclica, predecible
y sin oportunidad de algo novedoso; la fuerza de la verdad del deseo lo rompió
todo, sí, eso es la libertad, un presente sin ataduras».
Te quiero.
Juan M. Castro