jueves, 13 de junio de 2013

Matrimonio




Poder tener relaciones sexuales no significa ser capaz para vivir en matrimonio, contar con el suficiente sustento tampoco significa ser capaz para llevar un matrimonio, ya que no es el dinero ni el sexo, son dos personas que lo hacen más trascendente, unidos, pero sin perder su singularidad, no, jamás. 


El matrimonio es para aquellos que se conocen a sí mismos, que reconocen y dan seguimiento a sus palabras, sí, hasta el cumplimiento. El matrimonio es para aquel que incondicionalmente sostiene a su pareja, no permitiendo que se hunda en la oscuridad, no, nunca. 

Con frecuencia lo veo con claridad, pero con gran inmediatez los cuestionamientos me llevan al punto de la oscuridad, tan solo por mirar las dos partes con imparcialidad, la vida del hombre y de la mujer. Verdades, sí, siempre encuentro muchas en las mujeres, tales como la devoción a la familia, la búsqueda y la tolerancia por mantener el equilibrio, quizá más que el hombre, pero la memoria, plagada de experiencias no siempre la hace funcional, más allá de lo que pudo ser por sus aptitudes. 


El amor de ella y de él son generosos, pero cuando la carencia de una formación, de un lenguaje básico están presentes, entonces pienso que el amor no es suficiente, grandes convicciones que creen fortalecer pueden ser tan solo simples prejuicios, obstáculos frente a lo que desean, es triste ser tu propio destructor. 

La mujer ha sufrido mucho la marginación en la historia, creo que aún muchas están abandonadas, desposeídas en la actualidad, por lo mismo, es un imperativo el rescatarlas, facilitarles los instrumentos para que tengan en que sostenerse e iniciar sus procesos de crecimiento, medios para encontrarse consigo mismas, otros casi las han destruido. 


Al hombre, quizá mi reproche más fuerte es que ha venido fortaleciendo en el tiempo un concepto erróneo de sí mismo, claro está, pretendiendo poseer una superioridad sobre el resto de la naturaleza, incluyendo sobre la mujer. La amada, pero contradictoriamente tratada con un lenguaje despectivo, un objeto sexual privado, una empleada doméstica que hay que premiar ocasionalmente, haciéndola sentir importante solo esos días. 

Ambos, hombre y mujer, han venido desarrollando personalidades contrarias, una relación viscosa de reproches, casi nunca con claridad y objetividad, sin encontrar soluciones, donde tan solo la ventaja cambia en destiempo, convirtiéndose en algo que bien se puede llamar venganza, pero que se diluye en la vida diaria, resurgiendo como un juego mental cíclico, haciendo la vida infeliz y sin sentido. 


El divorcio quizá sea la solución para los dos, pero no para ti, en la singularidad, en tu conciencia, en lo más profundo de tu interior hay algo que no estás procesando bien, de no escucharlo, terminará también en divorcio tu segunda aventura.

Mi querido amigo, el matrimonio, más allá de las contrariedades propias de dos individuos con cerebro y con los mismos derechos, es lo más bello, pero solo cuando existe la honestidad.  
Yo no soy para el matrimonio, no depende de mí, la naturaleza me ha negado esa oportunidad tan bella, pero desde la oscuridad de mi palacio, discretamente entre las hermosas cortinas de seda, sin que me veas, me siento feliz de verlos, sí, aún es posible, tomados de la mano, cómplices en un mismo deseo, el amor. 


Algunas cosas muy bellas son negadas por nacimiento, pero pareciera que otras son dadas, sí, hay que aceptarlo y reconocerlo públicamente, quizá radica en esto el balance. No todo, quizá nada merece un juicio, porque se pierde entonces el equilibrio. 

Juan M. Castro



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