¿Qué importa entonces manifestarse,
cada quién en su propia forma?
¿Esto nos hace redefinir la lista de pecados?
«Espero que abras tu mente, somos
muchos, vivimos en una diversidad cultural, pero vivir con rectitud de
corazón, nos hace coincidir, es el lenguaje de la tolerancia que
llamamos también amor», (Juan M. Castro).
ALGO QUE NO DEBEMOS DE OLVIDAR
Una reminiscencia cultural es aquella enseñanza que venimos
arrastrando desde la infancia, pero casi en el olvido y que difícilmente
podemos quitarnos. Con frecuencia las reminiscencias nos estimulan a
actuar de determinada forma, siendo un tanto contradictorio frente a lo
que queremos ser, si no tenemos conciencia clara de donde se originan.
En la biblia podemos encontrar una gran variedad de reminiscencias
culturales, pero allí se habla de costumbres aprendidas de otros
pueblos, hábitos arraigadas del pueblo de Israel que lo hacían ser
infiel, pero no por eso dejaba de ser elegido de Dios.
Responder afirmativamente a Dios significa un cambio radical de vida,
pero ¿esto quiere decir que las reminiscencias culturales dejan de
manifestarse?
Si bien, podemos decir que nunca en su totalidad, ya que Dios no
pondría al hombre en grave conflicto, no lo separaría de momento de la
sociedad misma, de sí mismo y del mundo conocido sin renovar antes su
corazón con la reconciliación, lo demás tan solo es consecuencia del
amor.
ENTONCES
Deberíamos hablar más de una renovación que
transforme el egoísmo en un bien común, una fraternidad propia de los
hijos de Dios, un entendimiento de la libertad y sus límites frente al
exceso.
Bien podemos hablar de un Dios respetuoso de las reminiscencias
culturales, pero claro, exigente, ya que lo
ha proveído de la razón, de esa capacidad que lo hace cuestionarse a sí
mismo y mantener una conciencia en equilibrio, frente a cualquier
entorno social en el que se encuentre.
POR ESO
Tanto en el pasado como en el presente de la historia de la
humanidad, podemos encontrarnos con una sociedad fracturada, lastimada y
sin identidad propia, todo por el intento de vivir la palabra de Dios,
sometiéndose a grupos religiosos intolerantes y manipuladores.
Más allá de la forma predeterminada y concebida de vivir la voluntad
de Dios, que encontramos como fundamento en la biblia, quizás deberíamos
considerar los propios matices culturales del tiempo en que fueron
escritos y los de nosotros en la actualidad.
Necesitamos reinterpretar los pasajes bíblicos para el pensamiento
moderno, que aunque sea el mismo Dios, pero nos comunicamos con nuevos
conceptos, formas más claras que definen la dignidad, la igualdad entre
el hombre y la mujer.
Desde luego que vamos a tener una misma coincidencia con el pasado,
un mismo deseo y exigencia de Dios para todos, la medida de todo:
RECTITUD DE CORAZÓN.
CONCLUSIÓN
Entonces hablar de la rectitud de corazón, debe ir más en el
entendimiento y tolerancia por el otro, debe tener primacía sobre el
comportamiento moral, que tan solo es la consecuencia espontanea del
amor y del respeto. Entonces no tiene sentido dividirnos por todas las
diferentes formas de manifestarnos y de ser en esta vida.
La moral después de todo no es aplicable de manera universal y
obedece más a grupos étnicos-religiosos propios de cada región, es el
fruto de la misma donación, no importando que tan variada sea la opción
de vida.
Dios no nos despoja de nuestro entorno con violencia, Dios no nos
quita nuestra única identidad con intolerancia. El cambio es el fruto
del perdón y del amor de Dios hacia nosotros, un perdón que nos
reconcilia con nosotros mismos y con el mundo.
Entonces esta reconciliación nos hace reconocer con la claridad de
conciencia, con nuestro propio lenguaje e interpretación cultural a
Dios, un Dios que Cristo llamó con una sencilla palabra: PADRE.
Juan M. Castro
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