Los deseos iniciales se pueden convertir en actos, pero
también en secretos, más cuando la irracionalidad está en tu entorno e impide
una comunicación razonable, justa para ambas partes.
Secretos, «Lo hemos mantenido en secreto hasta ayer», le
había dicho. Todos han guardado un secreto alguna vez, pero el secreto es tolerado
de acuerdo a su proporción y frente a los principios fundamentales que afecta.
A veces los secretos tan solo son simples actos no
comunicados a una persona intolerante y neurótica, ¿quién quiere estar
escuchando el sermón todo el tiempo? Otras tantas el acto de ocultar es por
deshonestidad, la intención de no exponer “ESO” para no privarse de la
gratificación que le produce, «Es mío, me gusta y no tienes cabida aquí, es mi
espacio, mi tiempo, aquí el nosotros no tiene lugar», no se lo decía, pero lo
repetía en su interior, le traía tranquilidad cuando la miraba a los ojos.
Pero ¿qué sucede cuando una institución mantiene
secretos? Más cuando se trata de una familia o un grupo religioso, quizá allí
lo cuestionable se convierte en inaceptable, entonces viene la pérdida de la
credibilidad, se produce la separación, es terrible.
Los secretos no deberían de existir, pero dado lo difícil
y ambiguo que son las reacciones humanas en una comunicación abierta, entonces
los secretos continuarán, casi nadie está preparado para los diálogos profundos
de reconocimiento.
«Tan solo le digo lo que quiere escuchar, es la mejor
manera de no tener problemas», le decía a su amigo.
Te quiero.
Juan M. Castro
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