Hace un par de días
me sorprendió enterarme de la muerte de mi querido amigo Raymundo Lujano, me
impactó mucho, ya que por su juventud no era algo que esperaba, sí, los
automáticos al procesar lineamientos supuestamente lógicos.
¿Qué puedo decir
de ti? Tuve la oportunidad de conocerlo, tratarlo como amigo en el inicio de mi
seminario en 1991, consejos y advertencias del ambiente, ya que la libertad de
una boca que expresa lo que siente, muy propio de mí, no es muy valorado allí.
Raymundo era un
hombre de mente rápida y lógica, conocía con facilidad a las personas, así como
los grupos sociales, pero como todos, tenía su propio claroscuro, quizá se
debía a esas cosas que arrastramos de la infancia; aspectos dolorosos que a
veces ensombrecen la propia realidad de adulto, hasta el límite desarrollar
hábitos-adicciones que dañan la salud.
Cuando lo conocí
fue en unas misiones en Ojos Negros, formaba parte del grupo que él lideraba,
me sorprendió la espontaneidad y profundidad con que me habló acerca de la iglesia,
la vida y el seminario, me sentí aceptado, nos hicimos buenos amigos.
Lamento mucho tu
partida, el dolor que viviste los últimos días. Gracias por permitirme
conocerte, gracias mi querido amigo, hoy tú te has adelantado, mañana seremos
nosotros.
Te quiero.
Juan M. Castro
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