«--Estoy contenta, me ha perdonado –le decía con los ojos llenos de lágrimas—cambiaré, creo que no lo he hecho bien, he sido muy neurótica, pero todo será diferente de hoy en adelante –le dijo.
Pancha
estaba estupefacta, no podía creer lo que estaba escuchando de su querida amiga
Ramona del Perejil.
--Pero ¿qué
te pasa, Ramona? –la cuestionó—ese hombre que llamas marido te ha estado
golpeando, nada de regresar, ha abusado de ti toda la vida –le recordó-- ¡No
puedes regresar con él! ¡No lo permitiré!».
Help me please… help me please… help me please…
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Corazones
lastimados, engañados y manipulados, ¿por qué lo permites? Sé que es ese gran
temor que no te permite ver con claridad lo bello que puede ser tu vida. Nadie
nos pertenece, la libertad de expresar y cuestionar no es una opción, es una
decisión y un derecho natural, no una concesión que se adquiere.
Quizá
Ramona del Perejil tendrá que experimentar más golpes, quizá en algunos de
ellos pierda la vida o quizá su amiga Pancha logre hacerla recapacitar, quizá,
quizá, todo puede suceder, pero pareciese que la libertad y el entendimiento está
muy distante de ella.
Sin embargo
nadie está libre vivir en un hoyo, unos a mayor profundidad y oscuridad, pero
de cualquier forma pareciese que siempre están cerca de nuestra vida; quizá sea
por lo frágil que somos, por otra parte la intensidad de la inteligencia que
nunca se sacia de buscar respuestas y de no tenerlas hace otro hoyo para
saciarse.
Hay
aspectos muy importantes que forman parte de la vida y de la esencia del
hombre, uno de ellos representa casi un tabú el simple hecho de mencionarlo,
sí, me refiero al espíritu que constantemente reclama su existencia y la
trascendencia de su naturaleza, una verdad que con frecuencia omitimos o
simplemente no queremos escuchar.
Nada se
puede vivir ignorando, la infinitud de la existencia, la vida y la fuerza de la
verdad no dependen de nosotros, tan solo nos alcanzan en algún momento obligándonos
a reconocerlas.
Te quiero
Juan M.
Castro
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