«Estoy muriendo, pareciese que tenía que llegar este momento para poder darme cuenta de lo que hice con mi vida», me decía esa noche, su dolor era grande, pero aún no era tarde para el reconocimiento.
¿Qué hemos hecho de la vida?
Más allá de las propias responsabilidades, el pertenecer o el querer participar
en una sociedad convulsionada por el progreso y el materialismo, el peligro es
la pérdida del sentido, entonces el vacío toma la primacía ¿quién eres ahora?
No mucho, una materia viva sedienta y desesperada por saciarse un poco de lo
único que te rodea, llevándote así a un túnel más oscuro.
«¿En dónde estás?», le decía
esa noche a Dios, quienes hablan de ti pareciese que te conocen muy bien, pero
sus vidas no me dicen mucho de ti.
¿Qué significa ser malo? ¿Quiénes
son los buenos? Esto también es parte de la invención de la mente humana, ya
que moralmente el comportamiento de todos es cuestionado en algún momento de la
vida.
El reconocimiento lo
transforma todo, la fuerza de la verdad es liberadora, un nuevo inicio, pero antes
una renuncia.
A veces creo que ya he
muerto, que tan solo soy un espíritu que vaga por la vida, pensando en los
muchos momentos, cuestionando cada detalle de mi pasada existencia, pero no es así, cuando me
encuentro a un amigo en el café y lo escucho, es cuando descubro lo bello y lo
importante de la amistad, nos necesitamos.
Los amigos y la familia,
cuando las relaciones son honestas, siempre nutren la vida, entonces el dolor
es sanado por la comprensión y la compañía, donde tan solo se disfruta lo que
es, sin pedir nada a cambio.
La fuerza de la verdad alcanza
a todos, el amor es el único ingrediente importante de la vida, la necesidad de
pertenecer o de ser, tan solo es una erróneas ilusión, una fantasía que habla
del vacío.
Dios no es un prisionero de
las religiones, no estás tan equivocado como te lo han hecho creer, realmente
no estás solo.
Te quiero
Juan M. Castro
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