miércoles, 4 de junio de 2014



«Estoy muriendo, pareciese que tenía que llegar este momento para poder darme cuenta de lo que hice con mi vida», me decía esa noche, su dolor era grande, pero aún no era tarde para el reconocimiento.
¿Qué hemos hecho de la vida? Más allá de las propias responsabilidades, el pertenecer o el querer participar en una sociedad convulsionada por el progreso y el materialismo, el peligro es la pérdida del sentido, entonces el vacío toma la primacía ¿quién eres ahora? No mucho, una materia viva sedienta y desesperada por saciarse un poco de lo único que te rodea, llevándote así a un túnel más oscuro.
«¿En dónde estás?», le decía esa noche a Dios, quienes hablan de ti pareciese que te conocen muy bien, pero sus vidas no me dicen mucho de ti.
¿Qué significa ser malo? ¿Quiénes son los buenos? Esto también es parte de la invención de la mente humana, ya que moralmente el comportamiento de todos es cuestionado en algún momento de la vida.
El reconocimiento lo transforma todo, la fuerza de la verdad es liberadora, un nuevo inicio, pero antes una renuncia.
A veces creo que ya he muerto, que tan solo soy un espíritu que vaga por la vida, pensando en los muchos momentos, cuestionando cada detalle de mi  pasada existencia, pero no es así, cuando me encuentro a un amigo en el café y lo escucho, es cuando descubro lo bello y lo importante de la amistad, nos necesitamos.
Los amigos y la familia, cuando las relaciones son honestas, siempre nutren la vida, entonces el dolor es sanado por la comprensión y la compañía, donde tan solo se disfruta lo que es, sin pedir nada a cambio.
La fuerza de la verdad alcanza a todos, el amor es el único ingrediente importante de la vida, la necesidad de pertenecer o de ser, tan solo es una erróneas ilusión, una fantasía que habla del vacío.
Dios no es un prisionero de las religiones, no estás tan equivocado como te lo han hecho creer, realmente no estás solo.
Te quiero
Juan M. Castro

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