«En la noche se amaban, pero
en el día fingían que eran amigos, hasta que decidí confrontarlos», me contó
con cierto sarcasmo entre risas. Un secreto, un conocimiento fielmente
divulgado por la boca de todos.
Me gusta, nos gusta y lo
hacemos, pero cuando nos vemos seguimos fingiendo que somos diferentes, una
tétrica mentira que olvida la similitud de las emociones propias de una misma
especie, sí, somos humanidad.
El secreto mejor guardado es
aquella verdad jamás confrontada, adquiere muchas formas y es una irrealidad en
sí misma, tan solo por carecer de determinismo para mostrarse.
Entre las primeras
impresiones y los prejuicios se esconden verdades, secretos que obedecen a
proteger más un estado anímico emocional, no a una moralidad.
¿Por qué decimos ser
morales, pero aún seguimos con secretos? Quizá porque no somos honestos y no queremos
que las consecuencias se hagan presentes, entonces la vida se convierte en una
gran mentira.
«¿Sabes quién eres? Entonces
no hay lugar para los secretos, el dolor y el rechazo de igual forma llegarán.
Te quiero
Juan M. Castro
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