miércoles, 11 de junio de 2014

Ella solo ella



Érase una vez una hermosa chica, pero marcada por un destino contrario en el que nunca confió y que jamás la determinó, pero sí le hizo invertir más tiempo de lo usual.  
De pequeña llegó a pensar que se llamaba “tonta”, cuando se acercaba buscando un poco de cariño, también la llamaban “empalagosa”, «Tengo miedo, todo lo hago mal», se repetía constantemente en su interior. 
 
 
En sus primeras clases de doctrina religiosa, cuando se preparaba para su primera comunión, el sacerdote también la etiquetó llamándola “la pecadora”, quizá por sus constantes cuestionamientos que nadie lograba responder.
Años después, entre luces y oscuridades, en un momento radical, propio de su temperamento, se hizo monja, pero al año la corrieron por haber acosado al sacerdote, nadie le creyó que él había abusado de ella, aprovechándose de su ingenuidad y necesidad de cariño.
Ya que nada en su entorno estaba funcionando, se fue lejos, tanto que tuvo que aprender una nueva lengua, sufrió escasez y hambre, pero valió el esfuerzo, se encontró consigo misma.
«A veces la locura y la pérdida del sentido se debe a que terminamos por creer lo que dicen los demás de nosotros, se requiere un gran esfuerzo diario para romper, alejarte y empezar de la nada».
En un tiempo les creí, fueron los peores años de mi vida, parecía que ellos marcaban cada momento y el futuro desaparecía, mi última lucha, sí, rescatar mi vida, lo único que me quedaba era seguir a oscuras con los pocos anhelos que sobrevivían, pero ellos me condujeron a la verdadera libertad.
La última lucha antes de morir, el gran esfuerzo antes de perderlo todo, de terminar por olvidar quien soy, tan solo por creerles.
Te quiero
Juan M. Castro

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