miércoles, 24 de julio de 2013

Entre el ayer y el hoy




No soy seguidor del ya desaparecido actor y cantante Pedro Infante, pero llama con peculiaridad mi atención dos películas de este señor, “NOSOTROS LOS POBRES” y “USTEDES LOS RICOS”. Quizá en su época adquirían relevancia estos temas, por la forma tan dividida en que estaba la sociedad, no solo económica, también en educación y libertad de expresión.  



En la actualidad, aunque continúan existiendo los ricos y los pobres, pero es algo completamente distinto, ya que el sentido crítico no está adormecido como en otros tiempos, lo cual hace posible la justicia, así como la unidad que se traduce en una fuerza social, haciendo posible el reconocimiento de los derechos individuales. 

Quizá sea que el temor ha desaparecido ya, pero tal vez tan solo se ha disfrazado en exigencias sociales, sin tener gran relevancia en la vida diaria, en el trato personal, que es allí donde suceden los grandes impactos  que retornan a los erróneos conceptos que definen, que te hacen creer algo que no eres.   

Pareciese que hemos hecho nuestra una regla que aplicamos en los animales, el separarnos y distinguirnos por la pureza de raza y de apellido, quizá tan solo por la seguridad que hace experimentar el dinero o por complejos no confrontados aún en el interior. 

La fraternidad es lo más bello, donde el resto tan solo son instrumentos que hacen posible la capacidad de ser, no de acumular bienes que terminarán en el camino. El vacío interior continúa, ya es tiempo de mirar más allá, de desaparecer las fronteras de la división, que tan solo causan daño, una vibración que alcanza a generaciones completas. 

La violencia y la división son el mayor grito de la infelicidad, una oscuridad que crece sin poder parar, la frustración interior de no encontrar una salida en la vida, de sentirnos solos en medio de tanta gente. 

Juan M. Castro


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