No soy seguidor del ya desaparecido actor y cantante Pedro
Infante, pero llama con peculiaridad mi atención dos películas de este señor,
“NOSOTROS LOS POBRES” y “USTEDES LOS RICOS”. Quizá en su época adquirían
relevancia estos temas, por la forma tan dividida en que estaba la sociedad, no
solo económica, también en educación y libertad de expresión.
En la actualidad, aunque continúan existiendo los ricos y
los pobres, pero es algo completamente distinto, ya que el sentido crítico no
está adormecido como en otros tiempos, lo cual hace posible la justicia, así
como la unidad que se traduce en una fuerza social, haciendo posible el
reconocimiento de los derechos individuales.
Quizá sea que el temor ha desaparecido ya, pero tal vez tan
solo se ha disfrazado en exigencias sociales, sin tener gran relevancia en la
vida diaria, en el trato personal, que es allí donde suceden los grandes
impactos que retornan a los erróneos
conceptos que definen, que te hacen creer algo que no eres.
Pareciese que hemos hecho nuestra una regla que aplicamos en
los animales, el separarnos y distinguirnos por la pureza de raza y de
apellido, quizá tan solo por la seguridad que hace experimentar el dinero o por
complejos no confrontados aún en el interior.
La fraternidad es lo más bello, donde el resto tan solo son
instrumentos que hacen posible la capacidad de ser, no de acumular bienes que
terminarán en el camino. El vacío interior continúa, ya es tiempo de mirar más
allá, de desaparecer las fronteras de la división, que tan solo causan daño,
una vibración que alcanza a generaciones completas.
La violencia y la división son el mayor grito de la
infelicidad, una oscuridad que crece sin poder parar, la frustración interior
de no encontrar una salida en la vida, de sentirnos solos en medio de tanta
gente.
Juan M. Castro
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