-Lo siento mucho, lamento tener que decir que ya no te
quiero –le dijo él.
Ella se quedó congelada, si bien, sabía que las cosas no
andaban bien, pero de allí a romper la relación, no era precisamente lo que
estaba esperando, aún creía que se podía hacer algo al respecto.
-¿Por qué me haces esto? –Le reprochó sintiendo gran ira.
-Las cosas entre nosotros ya no estaban bien, nunca lo han
estado, lo sabemos –le respondió, como si lo tuviera decidido desde los inicios
de la relación.
Un enorme calor invadió el cuerpo de ella, a pesar de su capacidad
de mantener la serenidad y de ser racional, pero en ese momento no lo podía ser
ni figurarlo. No solo quien hasta ese momento había sido su compañero le estaba
dando la espalda, lo sabía, le quitaría toda la ayuda económica, lo conocía muy
bien, quizá hasta los costosos regalos.
-Pero, olvídalo –dijo ella mirándolo incomprensivamente a
los ojos.
-Me he cansado, lo siento, por favor, toma los días que
necesites, pero no tardes mucho en empacar tus cosas –en un tono muy humillante
le dijo-. Es difícil para mí también, pero esto ya no tiene sentido, estoy
cansado, muy cansado de lo mismo.
Sabía ella del cansancio de él, de lidiar con las inseguridades
que ella no podía manejar, pero sabía también que era codependiente, nunca
hacía lo que decía, su vida tampoco era tan perfecta. Habían tenido momentos
muy difíciles, pero terminaban dejando todo a un lado y continuaban. «Sé que no puedes vivir solo, si ya me
quieres sacar de tu vida, es porque seguramente ya encontraste en quien
refugiarte. Está bien si así lo quieres, pero esta vez pensaré en mí solamente,
solo en mí sin considerarte más, sin darte más oportunidades, porque me
buscarás cuando te canses de ella, sí, lo sé», pensaba en su interior mientras
lo miraba.
Caminó hacia la entrada de la casa, tomó las llaves del
carro y lo miró rudamente, le habló con sarcasmo.
-Me prestas tu carro papi –Hizo ruido moviendo las llaves
para capturar su atención.
-Por favor, no tomes esa actitud, te lo dije, te vas a los
extremos, claro, sabes que sí.
Intentaba ser agradable, pero su media sonrisa lo delataba,
muchas cosas corrían por su mente, sus propias indecisiones lo traicionaban,
«Quizá no deba de apartarme de ella», dijo en su interior sin exteriorizarlo.
Ella se fue cerrando la puerta con gran fuerza, tanta que todo cimbró en la
casa.
A gran velocidad conducía, el temor se apoderaba de ella, ya
no quería luchar por lo que consideraba una tortura en el tiempo, una relación
enfermiza en la espiral de la constancia. Si bien, tenía sus proyectos en el
diseño de interiores, pero aún no producía suficiente dinero como para vivir de
eso. Sin tenerlo claro, algo imposible cuando se confía y se vuelve a hacer,
aunque contradiga el mismo interior, se dirige al lugar menos pensado, sabía que
era muy peligroso, pero quería mantenerse firme de no regresar con él. Tan solo
tenía una opción, buscar a quien en un
tiempo se obsesionó con ella, quizá de las forma más enfermiza, pero con todos
los beneficios que una mujer podría anhelar, de los cuales se había cansado,
allí estaba de nuevo, como si nada hubiera cambiado con el tiempo.
Se escuchó cuando cerró la puerta del lamborghini amarillo,
de por sí es demasiado llamativo como para ignorarlo, pero no más que ella, con
un estilo único hace lucir sus moldeadas piernas con las sofisticadas
plataformas de Prada, que tan perfectamente luce al caminar hacia la entrada
principal de la constructora más importante de la ciudad.
-¿Quién es esa?
-preguntó despectivamente una de las secretarias.
-No lo sé, pero es realmente sangrona, mira como se mueve -le dijo la compañera mientras observaba cada
detalle.
En una perfecta armonía, sus caderas entalladas en el
vestido rosa fiusha, ponía a cualquier mujer en desventaja, un atrevido
movimiento propio de la seguridad y la elegancia. Hace a un lado su enorme y brillante cabellera negra para saludarlo,
sí, ya la estaba esperando, no podía creer que regresaba por su propia
voluntad, aunque se imaginaba el motivo, conocía mejor que nadie lo que ella necesitaba.
Sus penetrantes ojos negros y su sonrisa como si dudara haberse presentado, propio
de una mujer que conocía su vida, pero que aún no renunciaba a sus temores, miedos
que la ataban a ellos.
Continuará…
Juan M. Castro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario