Despertó, se levantó de prisa a cambiarse, no podía llegar
tarde, la reunión era muy importante, estarían presentes los accionistas, de
por sí no habían estado de acuerdo en que ella fuera la nueva supervisora, pero
era la mejor opción. Su moderno departamento estaba invadido de ropa, regada
por todas partes, la prisa y la presión solo le permitían ordenarlo el fin de
semana, ¿el amor? No, muchas promesas, no tenía tiempo para eso, «Demasiados
juegos de mentes masculinas», decía en su interior cuando era inevitable pensar
en el compañero de sus sueños. Quizá no era la mujer más hermosa, pero era ella
misma, muy independiente de situaciones que no escogió y que fueron dolorosas,
como los abusos emociones de su infancia, que por mucho tiempo le hicieron
experimentar miedos, pero ya era parte del pasado.
Él, uno de los accionistas, miraba en el espejo de su
habitación la combinación perfecta de su corbata, pero al mismo tiempo dejaba
escapar su atención hacia su esposa que aún permanecía dormida, tendida boca
abajo, se miraba su espalda desnuda y su gran caballera esparcida cubriendo su
rostro. Cansada de una larga noche de discusión, sí, parecía que buscaba más
libertad, como si fuera una chica soltera, no queriendo compartir algunos de
los pocos tiempos con su ocupado, pero amoroso marido. El círculo social le
exigía más cada día, él, tan solo se limitaba a acompañarla y admirarla, pero
en el tiempo la superficial constancia no los llevaba a nada, tan solo crecía un vacío
entre los dos, él estaba consciente sin poder pararlo, dependía de los dos.
Isabel, con un pantalón gris, una camisa blanca de seda y
unos cómodos, pero elegantes zapatos marrones con un poco de tacón ancho,
esperaba frente al elevador, con su portafolio en mano. Ramiro, olvidando un
reporte, no quiso llamar a la secretaria, fue a recogerlo, tomando de nuevo el
elevador en el segundo piso.
Ella estaba enfocado en la reunión, él en la discusión que
había tenido la noche anterior con su esposa, así como en su nueva
participación en la empresa, el lugar que por tanto tiempo dirigió su padre y
que hoy por primera vez lo hacía él. Las puertas del elevador se abrieron, allí
estaban los dos, sí, frente a frente, una atracción magnética que permitía la
fluidez del primer paso, lo inmediato, el reconocimiento.
Isabel y Ramiro vivieron juntos el resto de sus vidas.
……………………………………
El amor, cuando es real con facilidad se expande y crece,
multiplicando manifestaciones nuevas en la confianza, pero cuando deja de ser
real, para dar paso solo a los intereses personales, eventualmente se va o es
correspondido por una nueva persona, esto es inevitable. Si aún tienes un compañero o (a), entregate, no temas.
Juan M. Castro
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