viernes, 12 de julio de 2013

El amor



Despertó, se levantó de prisa a cambiarse, no podía llegar tarde, la reunión era muy importante, estarían presentes los accionistas, de por sí no habían estado de acuerdo en que ella fuera la nueva supervisora, pero era la mejor opción. Su moderno departamento estaba invadido de ropa, regada por todas partes, la prisa y la presión solo le permitían ordenarlo el fin de semana, ¿el amor? No, muchas promesas, no tenía tiempo para eso, «Demasiados juegos de mentes masculinas», decía en su interior cuando era inevitable pensar en el compañero de sus sueños. Quizá no era la mujer más hermosa, pero era ella misma, muy independiente de situaciones que no escogió y que fueron dolorosas, como los abusos emociones de su infancia, que por mucho tiempo le hicieron experimentar miedos, pero ya era parte del pasado. 




Él, uno de los accionistas, miraba en el espejo de su habitación la combinación perfecta de su corbata, pero al mismo tiempo dejaba escapar su atención hacia su esposa que aún permanecía dormida, tendida boca abajo, se miraba su espalda desnuda y su gran caballera esparcida cubriendo su rostro. Cansada de una larga noche de discusión, sí, parecía que buscaba más libertad, como si fuera una chica soltera, no queriendo compartir algunos de los pocos tiempos con su ocupado, pero amoroso marido. El círculo social le exigía más cada día, él, tan solo se limitaba a acompañarla y admirarla, pero en el tiempo la superficial constancia no los llevaba a nada, tan solo crecía un vacío entre los dos, él estaba consciente sin poder pararlo, dependía de los dos. 

Isabel, con un pantalón gris, una camisa blanca de seda y unos cómodos, pero elegantes zapatos marrones con un poco de tacón ancho, esperaba frente al elevador, con su portafolio en mano. Ramiro, olvidando un reporte, no quiso llamar a la secretaria, fue a recogerlo, tomando de nuevo el elevador en el segundo piso. 

Ella estaba enfocado en la reunión, él en la discusión que había tenido la noche anterior con su esposa, así como en su nueva participación en la empresa, el lugar que por tanto tiempo dirigió su padre y que hoy por primera vez lo hacía él. Las puertas del elevador se abrieron, allí estaban los dos, sí, frente a frente, una atracción magnética que permitía la fluidez del primer paso, lo inmediato, el reconocimiento.   

Isabel y Ramiro vivieron juntos el resto de sus vidas.
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El amor, cuando es real con facilidad se expande y crece, multiplicando manifestaciones nuevas en la confianza, pero cuando deja de ser real, para dar paso solo a los intereses personales, eventualmente se va o es correspondido por una nueva persona, esto es inevitable. Si aún tienes un compañero o (a), entregate, no temas.

Juan M. Castro

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