miércoles, 17 de julio de 2013

El gran sueño


Él se cuestionaba mucho, desde niño lo había hecho, muchas respuestas encontró, pero frente al fin de la vida tan solo escuchaba repeticiones, formas detalladas que lo hacían dudar, sobre todo partiendo del gran concepto que tenía de Dios. 

Pareciese que fue ayer, con dificultad se levantaba de la cama, los recuerdos de una vida en actividad lo hacían reír de nuevo, ahora prefería quedarse en el jardín, sentarse en su banca y calentarse con el sol. A veces, dejándose llevar por la melancolía de los bellos momentos del pasado, se sentía abandonado por las personas que lo habían acompañado en su niñez y que tanto había amado, lo entendía, pero los extrañaba, no era tan común seguir vivo después de 90 años.  


Había algo que lo estaba asustando, “Lola”, su querida amiga que limpiaba su casa, lo ordenaba todo mientras él dormía, inclusive hasta sus libros y escritos que dejaba sueltos en la mesa, «Esto sucederá cuando yo muera, ahora puedo ver en orden todo cuando despierto, pero cuando llegue mi día será como un gran sueño, mi casa, mi mundo quedará ausente de mí, sin poder verlo de nuevo», decía en su interior impactado. 

De manera misteriosa, cuando comprendió sin temor el desprendimiento de lo que muchos llaman muerte, es cuando más ansió entregarse a ese momento, ese gran sueño donde tan solo descansaba en la voluntad de su creador, donde todo dependerá de ese ser tan perfecto y misericordioso que da la vida. 

Esa mañana fue distinta, no quiso salir a su bello jardín, no quiso levantarse de la cama, «No pares de cantar mientras duermo, no lo hagas por ningún motivo “Lola”», le decía mientras cerraba los ojos. Ella, un tanto asustada y sin comprenderlo lo hizo. Un gran calor invadió su cuerpo, era el momento, lo había entendido, se servía de ella para despedirse de la vida, un bello canto como acción de gracias que lo acompañaba en su travesía, el gran sueño que había esperado por 90 años. 

Para todos aquellos que nunca se olvidarán, pero que ya duermen en su gran sueño, suspendidos, a la voluntad del más perfecto que alguien le llamó padre. 

Juan M. Castro

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