Él se cuestionaba mucho, desde niño lo había hecho, muchas
respuestas encontró, pero frente al fin de la vida tan solo escuchaba
repeticiones, formas detalladas que lo hacían dudar, sobre todo partiendo del gran
concepto que tenía de Dios.
Pareciese que fue ayer, con dificultad se levantaba de la cama,
los recuerdos de una vida en actividad lo hacían reír de nuevo, ahora prefería
quedarse en el jardín, sentarse en su banca y calentarse con el sol. A veces,
dejándose llevar por la melancolía de los bellos momentos del pasado, se sentía
abandonado por las personas que lo habían acompañado en su niñez y que tanto
había amado, lo entendía, pero los extrañaba, no era tan común seguir vivo
después de 90 años.
Había algo que lo estaba asustando, “Lola”, su querida amiga
que limpiaba su casa, lo ordenaba todo mientras él dormía, inclusive hasta sus
libros y escritos que dejaba sueltos en la mesa, «Esto sucederá cuando yo muera,
ahora puedo ver en orden todo cuando despierto, pero cuando llegue mi día será
como un gran sueño, mi casa, mi mundo quedará ausente de mí, sin poder verlo de
nuevo», decía en su interior impactado.
De manera misteriosa, cuando comprendió sin temor el desprendimiento
de lo que muchos llaman muerte, es cuando más ansió entregarse a ese momento, ese
gran sueño donde tan solo descansaba en la voluntad de su creador, donde todo
dependerá de ese ser tan perfecto y misericordioso que da la vida.
Esa mañana fue distinta, no quiso salir a su bello jardín, no
quiso levantarse de la cama, «No pares de cantar mientras duermo, no lo hagas por
ningún motivo “Lola”», le decía mientras cerraba los ojos. Ella, un tanto asustada
y sin comprenderlo lo hizo. Un gran calor invadió su cuerpo, era el momento, lo
había entendido, se servía de ella para despedirse de la vida, un bello canto
como acción de gracias que lo acompañaba en su travesía, el gran sueño que
había esperado por 90 años.
Para todos aquellos que nunca se olvidarán, pero que ya
duermen en su gran sueño, suspendidos, a la voluntad del más perfecto que
alguien le llamó padre.
Juan M. Castro
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