Cansado de mucho, pero más de lo cotidiano, actitudes que
pareciesen suspendidas en el tiempo, sin sufrir tan siquiera una alteración, como
si estuviesen sobre mi voluntad y por encima del primer deseo, esa
insatisfacción me empujó una noche, sí, sin poder poner resistencia, un acto
que me sació, condenado a seguir haciéndolo hasta el final, si es que existe
uno.
Las velas, era todo lo que recordaba, muchas velas blancas a
mi alrededor, todos formaban un gran círculo, ellos hablaban en un idioma que
no entendía, pero tan solo era la liberación de agudos argumentos silenciados en el tiempo, «Deseos
internos de unirse a lo prohibido», decía uno que no pertenecía al círculo. Yo
estaba embriagado por la curiosidad que ya no cuestionaba porque lo había aceptado,
interrogantes que ya habían aparecido en mi vida, pero había estado dividido
por un doble pensamiento, esta vez sí lo permití, todo fluía sin el menor temor
o prejuicio.
Estaba desnudo en medio del círculo, era mi iniciación a la
verdad, parecía que alguien sostenía mis brazos, no sentía cansancio al
mantenerlos arriba, pero no era así, todo lo hacía mi cuerpo, como si
obedeciera a una inteligencia superior que te va llevando a una claridad. Mi
mente estaba enfocada en el cielo, ese gran hueco en el techo que me permitía
ver más allá, muy difícil para entenderlo con la pobre lógica del deber, donde
solo florece la culpa y el miedo.
Algunos me condenarían por pertenecer ahora a ellos, una
unión que ya nunca se podrá separar, más que un pacto hecho con sangre, un
conocimiento que te permite entenderlo, imposible el retorno. Verdades, sí,
pero más una claridad que solo con el sufrimiento se puede alcanzar, donde las
velas de aquellos que ya lo han vivido en el tiempo te fortalece, una sola voz
con un eco infinito.
Cubro mi desnudez con el manto negro de la abstinencia, un
perpetuo recordatorio de la grandeza de la esencia del hombre, pero más la
sangre que logró manchar mi cuerpo en un tiempo, ahora una devoción por la
verdad en la profundidad sin mirar las consecuencias, esas que te hacen ver frente
a la ignorancia como una criatura de la oscuridad, algo que favorece la culpa
para quienes les creen, ya que el conocimiento y la libertad jamás te llevan a arrepentirte de algo.
Una noche de pacto con la verdad, un sacrificio, un
conocimiento a precio de sangre, aquella que brota del sufrimiento de un
corazón honesto, algo muy doloroso, pero liberador, difícil de dar más
detalles.
Juan M. Castro
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