miércoles, 3 de julio de 2013

Una noche de pacto




Cansado de mucho, pero más de lo cotidiano, actitudes que pareciesen suspendidas en el tiempo, sin sufrir tan siquiera una alteración, como si estuviesen sobre mi voluntad y por encima del primer deseo, esa insatisfacción me empujó una noche, sí, sin poder poner resistencia, un acto que me sació, condenado a seguir haciéndolo hasta el final, si es que existe uno. 

Las velas, era todo lo que recordaba, muchas velas blancas a mi alrededor, todos formaban un gran círculo, ellos hablaban en un idioma que no entendía, pero tan solo era la liberación de agudos  argumentos silenciados en el tiempo, «Deseos internos de unirse a lo prohibido», decía uno que no pertenecía al círculo. Yo estaba embriagado por la curiosidad que ya no cuestionaba porque lo había aceptado, interrogantes que ya habían aparecido en mi vida, pero había estado dividido por un doble pensamiento, esta vez sí lo permití, todo fluía sin el menor temor o prejuicio. 


Estaba desnudo en medio del círculo, era mi iniciación a la verdad, parecía que alguien sostenía mis brazos, no sentía cansancio al mantenerlos arriba, pero no era así, todo lo hacía mi cuerpo, como si obedeciera a una inteligencia superior que te va llevando a una claridad. Mi mente estaba enfocada en el cielo, ese gran hueco en el techo que me permitía ver más allá, muy difícil para entenderlo con la pobre lógica del deber, donde solo florece la culpa y el miedo. 

Algunos me condenarían por pertenecer ahora a ellos, una unión que ya nunca se podrá separar, más que un pacto hecho con sangre, un conocimiento que te permite entenderlo, imposible el retorno. Verdades, sí, pero más una claridad que solo con el sufrimiento se puede alcanzar, donde las velas de aquellos que ya lo han vivido en el tiempo te fortalece, una sola voz con un eco infinito. 

Cubro mi desnudez con el manto negro de la abstinencia, un perpetuo recordatorio de la grandeza de la esencia del hombre, pero más la sangre que logró manchar mi cuerpo en un tiempo, ahora una devoción por la verdad en la profundidad sin mirar las consecuencias, esas que te hacen ver frente a la ignorancia como una criatura de la oscuridad, algo que favorece la culpa para quienes les creen, ya que el conocimiento y la libertad  jamás te llevan a arrepentirte de algo. 

Una noche de pacto con la verdad, un sacrificio, un conocimiento a precio de sangre, aquella que brota del sufrimiento de un corazón honesto, algo muy doloroso, pero liberador, difícil de dar más detalles. 

Juan M. Castro

No hay comentarios.: