Los días pasan, pareciese que en mi contra, ya que siento la
necesidad de más tiempo para poder al menos sentarme a pensar libremente sin
preocuparme, pero sí, es posible hacerlo, ya que lo esencial está fuera del
reloj.
Esa mañana todo fue diferente cuando abrí los ojos, aunque
todo seguía en su mismo sitio, pero el sentido ya era otro, quizá tan solo
pudiese decir que no me afectaba el hacer, más el ser, como una gran fuerza
interior que me hacía ver más allá de lo material y de las necesidades
emocionales. Ellos me enseñaron mal lo que es el sentido de la vida, creo que
siempre lo entendí, pero lo callé por confiar en sus palabras, aquellas que
pretendían ser mi luz.
Brinco de la cama, abro la puerta para que mis perritos
salgan, los observo desde la ventana, en una perfecta armonía cada uno de los
cuatro hacen lo mismo, pareciesen que se alimentan de la frescura de la mañana,
en la sabia y perfecta naturaleza.
Con mi té de menta en la mano, intento finalizar los
detalles para salir de casa, sí, como cada mañana, pensando en hacer algo
distinto, ya que los círculos repetitivos me causan depresión, algo que cuido
mucho, pero inevitable algunas veces.
En mi constante búsqueda he querido tener una clara
consciencia de mí, de Dios y de las personas que me rodean, es triste vivir de
manera contraria, permitiendo que el egoísmo lo destruya todo. Nada realmente es
mío, nadie me pertenece, tan solo encuentros y medios, situaciones que en la
constancia del esfuerzo se han logrado obtener, pero eso no habla de lo
esencial, quedarán en el camino.
Libertad, sí, eso es lo que grita mi interior, llegará finalmente
al concluir esta hermosa vida que en la voluntad del ser más perfecto me
permitió experimentar. Todo permanecerá, pero yo partiré, suspendido en el
silencio, como aquella noche cuando dormía, no supe lo que sucedió a mi alrededor.
Juan M. Castro
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