Fe, una corta y sencilla palabra, pero con una fuerza sin
límite, capaz de penetrar lo más hondo de una persona, recobrando el sentido, o
quizá lo que nunca se ha tenido. La insatisfacción de la realidad, no hace excepción
en la vida, cada interpretación intenta presentarse con la bandera de la expectativa
sobre los demás, produciendo un gran impacto involuntario como respuesta, casi
nunca positivo para el espíritu.
La fe se puede aplicar e interpretar en muchos sentidos,
pero la fe en Dios es algo muy diferente, no se debe definir y marcar, pero contradictoriamente
es lo que se ha venido haciendo en el tiempo.
Los comportamientos y las explicaciones de otros, de por sí son
insatisfactorias, han logrado dañar mucho, pero no han desaparecido aún la esperanza en algo mejor, algo que no
termine.
Quizá sea tiempo de mirar más allá, de brincar el límite del
miedo, creo que solo así se podrá tomar con mayor responsabilidad la vida y
responder a Dios, cada uno en su propia forma. Los moldes y lo dicho, no han
logrado trascender la conciencia humana, son estériles preceptos que han
fecundado una prejuiciosa tradición
religiosa.
¿Dios? Sí, es igualmente definido por ellos, pero no te
preocupes, ya que Dios no puede ser
encerrado por nadie. Lo que eres no contradice a tu creador, pero sí a ellos. Quizá
sea tiempo de buscar un nuevo nombre a las religiones, pero eso solo sucederá
cuando el miedo se vaya, cuando la experiencia personal con ese ser perfecto se
haga una realidad.
El hombre no ha perdido la fe, no se ha apartado de Dios, es
la estructura de las instituciones las que se han apartado de la realidad, al
pretender regir más allá del límite lógico del conocimiento. Dios está por
encima de todo, más allá de lo imposible. Conocer a Dios, es vivir al margen de
las manipulaciones humanas, donde no hay palabras que engendren culpa y miedo.
Hoy te escribo, te saludo, estoy feliz mi querido amigo.
Juan M. Castro
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