jueves, 23 de mayo de 2013

FAMILIA Y HOMOSEXUALIDAD



        Hace algunos días, platicando por casualidad con una señora en un centro comercial, me decía que el mundo estaba cada vez peor, claro, la escuché, intenté descubrir de dónde provenía ese prejuicio, sí, era una mujer un tanto religiosa, pero había mucho más. 

Su afirmación, «un mundo cada vez peor», resonaba en mi mente como un reto, quería llegar al fondo. Estaba seguro que era algo específico, una situación que estaba viviendo con su familia o muy cercana a ella y que no aceptaba. Siempre he creído que es fácil hablar con la gente extraña, de esa manera no hay consecuencias al exponer una idea o tomar una posición radical, o simplemente se encuentra lo que no se tiene en casa, tolerancia.  


No fue difícil llegar al punto, sí, estaba en lo cierto, había algo que le molestaba, “su nieto adolescente tenía poco de haber hecho pública su preferencia sexual por el mismo género”, ella le llamaba, «gente rara y pecadora», culpaba a su yerno, pero no a su hija, más allá de llamarla ingenua. 

Más que hablar de pecado de esa manera despectiva, que tan solo pertenece a una conciencia religiosa carente de tolerancia, es de comprender en el proceso histórico el mal que siempre ha predominado en nuestra sociedad, “el ser guiados, el permitir que instituciones religiosas tomen el control del comportamiento humano, no solo por ostentar interpretar lo que es bueno y malo, más el haber impuesto de formas diferentes, una manera de vivir, de ser y de pensar en automático por consecuencia”. 

Ya es tiempo de que las nuevas generaciones se expresen tal cual, como es cada uno, sin temor alguno, donde el prejuicio histórico familiar y social, alimentado por erróneos conceptos de la vida, es realmente vergonzoso, encubriendo la ignorancia en una bella y fiel tradición, donde simula ser una luz. 

Quizá no sea hablar de derecho y libertad, ya que de antemano lo son, sería hablar de sentido común, donde esconder lo que se es, o avergonzarnos de lo que son ellos, es el acto más bajo y de poca caridad para quien se considera conocer a Dios. 

La señora no cambió de parecer sobre su visión del mundo, pero al menos me siento tranquilo, ya que comprendió que el rechazo de ella, iba a hacerle mucho daño a su nieto. Un buen inicio, la tolerancia, la conciencia clara de las consecuencias de los actos imprudentes, pero más de la actitud, la cual puede modificarse sin problema alguno y rápido, con tan solo un poquito de reflexión.  

Te quiero amigo
Juan M. Castro

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