Hace algunos días, platicando por casualidad con una señora
en un centro comercial, me decía que el mundo estaba cada vez peor, claro, la
escuché, intenté descubrir de dónde provenía ese prejuicio, sí, era una mujer
un tanto religiosa, pero había mucho más.
Su afirmación, «un mundo cada vez peor», resonaba en mi
mente como un reto, quería llegar al fondo. Estaba seguro que era algo específico,
una situación que estaba viviendo con su familia o muy cercana a ella y que no
aceptaba. Siempre he creído que es fácil hablar con la gente extraña, de esa
manera no hay consecuencias al exponer una idea o tomar una posición radical, o
simplemente se encuentra lo que no se tiene en casa, tolerancia.
No fue difícil llegar al punto, sí, estaba en lo cierto,
había algo que le molestaba, “su nieto adolescente tenía poco de haber hecho pública
su preferencia sexual por el mismo género”, ella le llamaba, «gente rara y
pecadora», culpaba a su yerno, pero no a su hija, más allá de llamarla ingenua.
Más que hablar de pecado de esa manera despectiva, que tan
solo pertenece a una conciencia religiosa carente de tolerancia, es de comprender
en el proceso histórico el mal que siempre ha predominado en nuestra sociedad,
“el ser guiados, el permitir que instituciones religiosas tomen el control del
comportamiento humano, no solo por ostentar interpretar lo que es bueno y malo,
más el haber impuesto de formas diferentes, una manera de vivir, de ser y de
pensar en automático por consecuencia”.
Ya es tiempo de que las nuevas generaciones se expresen tal
cual, como es cada uno, sin temor alguno, donde el prejuicio histórico familiar
y social, alimentado por erróneos conceptos de la vida, es realmente vergonzoso,
encubriendo la ignorancia en una bella y fiel tradición, donde simula ser una
luz.
Quizá no sea hablar de derecho y libertad, ya que de
antemano lo son, sería hablar de sentido común, donde esconder lo que se es, o
avergonzarnos de lo que son ellos, es el acto más bajo y de poca caridad para
quien se considera conocer a Dios.
La señora no cambió de parecer sobre su visión del mundo,
pero al menos me siento tranquilo, ya que comprendió que el rechazo de ella,
iba a hacerle mucho daño a su nieto. Un buen inicio, la tolerancia, la
conciencia clara de las consecuencias de los actos imprudentes, pero más de la
actitud, la cual puede modificarse sin problema alguno y rápido, con tan solo
un poquito de reflexión.
Te quiero amigo
Juan M. Castro
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