viernes, 3 de mayo de 2013

Lo nuestro


           Cuando pienso en nosotros, en lo que inicialmente quise que fuera, es cuando las lágrimas me consumen, un océano entre los dos, en la más desgarradora cercanía. Tus besos eran verdaderos, tanto como tu inseguridad, cicatrices del corazón, una infancia quebrantada, humillada por la escoria que no elegiste que te rodeara, pero que se hizo constancia en ti.  

Ya no hablabas de amor, tan solo me reprochabas, ¿dónde estaba, yo? Me empujabas muy lejos, de donde ya no hay retorno. A cada momento que intentaba entenderte, que permitía ver más allá de lo que me asustaba, era peor, el dolor más profundo, me alejabas con mayor intensidad, fortaleciendo lo que no quería, el convencimiento sobre nosotros, el odioso mar que nos separaba.  



Hace mucho tiempo que nos conocimos, pero tan solo una década que duermo solo. Camino descalzo por el suave piso de madera, siento el viento fresco de la madrugada, mientras las cortinas blancas rozan con mi cuerpo al levantarse, en esta profunda y solitaria quietud, que nunca quise, aún me sigo preguntando, ¿por qué asesinaste lo nuestro? 

El amor es bello y perfecto, pero no es suficiente, ya que a veces se vive atado a otras costumbres que lo contradicen, «Éramos dos, no solo tú mi amor, por eso camino solo esta noche, pero no será por más tiempo». 

Juan M. Castro

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