El perdón, un acto tan deseado
por todos aquellos que han reconocido un comportamiento, pero más una pérdida,
una fatal y triste consecuencia. La constante contradicción entre la realidad
de un concepto, “el amor”, una
definición que conlleva una armonía en el vivir, y las acciones que lo
transgreden.
Ningún acto es independiente sin
que haya sido alimentado en un proceso, pero quizá sí mal interpretado en el
silencioso miedo, en la constante búsqueda, pero por erróneos medios. El miedo y
el perdón son contrarios, pero con frecuencia manipulados y asociados para recuperar
lo perdido, prolongando así tan solo lo inminente.
El perdón tan solo pertenece a
dos, no a una persona, ya que uno permite la posibilidad y el otro lleva la
renovación de los actos lastimosos, pero encuentra en el tiempo su más segura
sanación, en la coherencia como una respuesta.
Hay muchos medios y principios
para perdonar, pero el amor seguirá siendo el más intenso y sano vehículo. El
amor no tiene límites, perdona, pero solo cuando existe en los dos.
Juan M. Castro
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