« “¿En dónde están los que te atacaban,
esos demonios que una vez fueron seres humanos, a quienes una vez llamaste
amigos?” Me cuestionó, sentí un gran alivio, una profunda liberación que se
convirtió en una fuerza interior que me transformó.
“Siempre quise
hacer muchas cosas, me preparé para eso, estaba lleno de proyectos, actividades
y amigos, pero algunos de ellos me lo quitaron todo, hasta la propia vida, me
engañaron”. Seguí hablando de lo que había sido, pero me di cuenta que ya no
tenía sentido, mi realidad ya era otra».
Las historias
pueden convertirse en trágicas, pero la vida continúa y cambia, aquellos que
sufrieron hasta la muerte, ya no más lo hacen, todo tiene un final, una
liberación y transformación, la más significativa y plena viene con la muerte.
Los detalles
quizá nadie los sabe, pero la realidad y la existencia de Dios se hacen
presentes, a tal punto, que aunque sea el último segundo de tu vida, pero reconocerás
que eres parte de su creación, que eres su hijo, y que Él es tu padre.
«Jamás olvidaré
esa noche, mis manos estaban manchadas de sangre, transpiraba a la misma
muerte, era la mejor representación de la enfermedad, la locura y la ira, sus
cuerpos estaban bajo mis pies, ¡ya lo había hecho! Entonces lo mejor era solo
repetirlo o suicidarme. Una gran fuerza se apoderó de mi, entonces me di cuenta
que estaba perdido», confesión de un nazi.
La vida es una bella
e intensa fuerza que lleva a profundizar, conectar y construir con personas,
pero también puede conducir a la muerte.
Te quiero.
Juan M. Castro
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