Quizá hayas vivido
mucho, pero no creo que el tiempo traiga al entendimiento, más un conocimiento
limitado propio de la edad, una experiencia encerrada en conceptos definidos
por una sociedad. Cuando seas capaz de cerrar los ojos y solo contemplar más
allá de lo interpretado, entonces el impresionante reconocimiento hará posible
el entendimiento de una verdad, sí, el espíritu.
Sentimientos y
emociones semejantes, percepciones de un mundo contaminado bajo la influencia
del determinismo de la ignorancia que solo afirma lo que ve, procesos avanzados
de inteligencias, pero no siempre bajo el reconocimiento, quizá más en la
negación, aceptando como único principio las tristes imágenes que los ojos les
permiten procesar.
La constante
presencia de la ignorancia y del olor a la muerte lleva a la frustración por el
insaciable deseo del conocimiento, una verdad trascendente en sí misma que conduce
a una afirmación que brinca a la lógica.
La humanidad no es
manipulada por Dios, es Dios quien vive en el deleite de su creación, una
verdad manifestada en el amor más generoso, la encarnación y el sacrificio, pero sin inmunidad frente a lo ya
aceptado en el interior del hombre. Una guerra espiritual, la constante de una
verdad, una naturaleza limitada y expuesta a las voluntades e inteligencias
oscuras.
¡Satanás! ¡Satanás!
¿Por qué he de temerte? Sé que tienes la fuerza para destruirme y poseerlo
todo, pero el que ya jamás podrás nombrar te lo prohíbe. Mientras exista una
lánguida fe en mi interior no te podrás acercar, pobre de mí si esa luz se
apagara.
Juan M. Castro
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