Los sucesos se presentan causando gran impacto en la
conciencia, hasta la memoria se ve afectada, entonces se vive en automático,
sin cuestionar, pero la pureza de la verdad sigue intacta, protegida por el
fuego sagrado del conocimiento. La última mirada, aquella que no puede hacer
frente a la realidad, sí, el estado más perfecto del conocimiento, aquel que
invoca al cambio.
Las murallas de un mundo definido se vienen abajo, ahora la
espontaneidad y la sencillez llevan a nuevas interpretaciones de la vida, haciendo
posible brillar la esencia misma. La última mirada, aquella melancolía en medio
de dos ríos, pero donde tan solo uno te conduce a la libertad, momento para
decidir.
Aquella tarde en medio de la tormenta estaba ella, el frío y
el hambre la estaban matando, desnuda en el camino, sin poder levantarse, pero
la memoria hacía su mejor parte, la conducía al doloroso y liberador
reconocimiento. Un fuerte grito liberador e intensas lágrimas marcaron el
momento, entonces una enorme y bella águila apareció en el cielo, a toda
velocidad bajó y la rescató, llevándola a un refugio, un tiempo para encontrarse
consigo misma.
La águila de la libertad volaba con gran fuerza, ella, entre
sus garras, cansada y lastimada por la vida, sonreía, sabía que lo mejor estaba
por venir, no era demasiado tarde, porque todo el tiempo atrás ya no importaba.
Juan M. Castro
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