Cierro los ojos, entonces me transporto, salgo de los límites
y de los conceptos que he aprendido de esta sociedad con la que lucho, donde
pareciese que la vida solo es poseer.
Como un cuento de
ficción, ahora mi vida se hace más profunda, pero sin sentido para ellos, quizá
se deba a la ausencia del deber que he rechazado, ya que produce más irrealidad,
alejándote de la verdad, de la vida y de Dios. Es algo que me empuja a buscar
la libertad, más allá de lo que en un tiempo fueron los fundamentos de mis
convicciones, aquellos que me hacían actuar de una forma, honesta, pero
ingenua, destructivo para mí y siempre beneficioso para ellos.
La vida al igual que Dios no pueden ser encerrados en
conceptos e interpretaciones humanas, no, ese proceder tan solo lleva a la
superstición, a una pretensiosa fe ausente de realidad. La búsqueda de algo más,
siempre será superior a lo entendido, quizá allí radique uno de los más
sagrados secretos de la vida.
Aquella noche, sí, la recuerdo muy bien, caminaba hacia la
capilla, en una gran lucha con la voz de mi interior ¿por qué no es posible
hacerle frente? Lo intenté, pero terminé por escucharla. Todo tuvo que cambiar,
en un largo proceso el reconocimiento de lo entendido lo redefinió todo, pareciendo
a veces un sacrilegio, pero no, es mucho más que palabras, es la vida misma que
no puede ser encerrada.
Juan M. Castro
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