-¿Cómo te sientes?
-Oscuridad, sí, eso es lo que siento a mi alrededor, ¿de
dónde me puedo sostener? El tiempo se ha agotado, las palabras ya no tienen
valor, la vida ha perdido el sentido, ya no hay fuerzas y deseos para continuar.
Cierro los ojos, los abro, pero la decisión sigue siendo la misma, quizá
terminar la vida sea lo mejor, no he podido hasta hoy manejar los sucesos, me
siguen afectado a gran intensidad, quizá más que nunca.
-¿De qué sucesos hablas?
-Una espiral que no ha podido terminar y que inició desde la
infancia.
-¿Es una fuerza sobre tu razón?
-Sí, así es, pareciese que el dominio es más intenso en la
medida que el tiempo pasa.
-¿Has intentado confrontar ese miedo que te domina, que se
traduce en un aislamiento que ahora invoca a la muerte?
-Realmente no, más he construido nuevos mundos, nuevas
formas, pero con el mismo cansancio.
-¿Siempre has esperado que otros tomen la iniciativa y la
mejor respuesta?
-No, estoy cansado del mismo condicionamiento, quizá las
mismas reacciones, aquellas que con facilidad rompen con mi armonía y que
después no puedo manejar.
-Realmente no creo que prefieras el suicidio, quizá buscar
un poco más, hacer aquellos pequeños detalles que aún no te has permitido, ¿qué
me dices de esto?
Las lágrimas corrieron por su rostro, se abrazó de ella…
“Corazones rotos, muy lastimados, pero que no lucen como
tal. Las palabras, tantas formas de ser interpretadas, pero más lo que
despiertan en el interior, a veces muy distante de lo que se quiso decir en
verdad. Corazones rotos, ¿acaso la incomprensión es la mejor forma? No siempre
el tiempo y las palabras son suficientes, a veces el dolor gana la batalla,
entregando todo a la oscuridad, ¿quién conoce realmente lo que has vivido?”
Esa mañana todo era diferente, un nuevo y hermoso día, pero
sin él, no, ya nunca más.
Juan M. Castro
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