jueves, 18 de abril de 2013

¿Dónde te has ido?



¿Dónde te has ido? Una simple pregunta, una experiencia por igual, que a todos abarca. Un lugar, un estado, sí, es perfecto e inexplicable. 

«Quédense conmigo, no me dejen sola, tengo miedo», anónimo, palabras de una mujer suplicando a sus hijos antes de morir. 

«― ¿Es posible un poco más? ―Preguntó ella mientras era atraída hacia la intensa luz. 
  
Ya era otro el sentido, nada quedaba fuera de esa gran fuerza brillante que todo lo renovaba. No lo miraba, aunque sentía su presencia, pero no la de ellos que también la acompañaban. 
 
Él les hablaba sobre ella. 

Sí, lo es, en el momento más crítico, en esta profunda y última soledad, la memoria se convierte en su mejor aliada, haciéndola reconocer una nueva vida. “La última batalla”, tan solo es el gran dolor que está experimentando, es una gran fuerza que la está liberando. 
 
Abrió por última vez los ojos, se desvanecía, un gran silencio se apoderaba a su alrededor.  



―Es lo último ―dijo en su pensamiento, mientras las lágrimas corrían por su rostro. 

Él se acercó, se dejó conocer. 

―Sí, ya no estás sola, nada terminará para ti, el fin ya no existe ―le susurró al oído. 

Ellos empezaron a entonar suaves y perfectos cánticos, era la bienvenida. 

Como si los pájaros hubieran sido testigos, revoloteaban con gran intensidad frente a la ventana.
La enfermera cubrió el cuerpo con una sábana blanca». 

Juan M. Castro

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