¿Dónde te has ido? Una simple pregunta, una experiencia por igual, que a todos abarca. Un lugar, un estado, sí, es perfecto e inexplicable.
«Quédense
conmigo, no me dejen sola, tengo miedo», anónimo, palabras de una mujer suplicando
a sus hijos antes de morir.
«― ¿Es
posible un poco más? ―Preguntó ella mientras era atraída hacia la intensa luz.
Ya era otro el sentido, nada quedaba fuera de esa gran
fuerza brillante que todo lo renovaba. No lo miraba, aunque sentía su
presencia, pero no la de ellos que también la acompañaban.
Él les hablaba sobre ella.
Sí, lo es, en el momento más crítico, en esta profunda y
última soledad, la memoria se convierte en su mejor aliada, haciéndola
reconocer una nueva vida. “La última batalla”, tan solo es el gran dolor que
está experimentando, es una gran fuerza que la está liberando.
―Es lo último ―dijo en su pensamiento, mientras las lágrimas
corrían por su rostro.
Él se acercó, se dejó conocer.
―Sí, ya no estás sola, nada terminará para ti, el fin ya no
existe ―le susurró al oído.
Ellos empezaron a entonar suaves y perfectos cánticos, era
la bienvenida.
Como si los pájaros hubieran sido testigos, revoloteaban con
gran intensidad frente a la ventana.
La enfermera cubrió el cuerpo con una sábana blanca».
Juan M. Castro
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