¿Se podrá adorar a Dios en el día y al diablo en la noche? ¿Será
posible amar a la esposa y de vez en cuando a la amante? Día de brujas, un día
perfecto de ese ancestral calendario para derramar sangre, quizá una de las
mejores formas de sellar un pacto más allá de la muerte.
Día para pedir dulces en la tarde, pero también favores en
la noche, un momento que inicia al encender la vela de los intensos y secretos deseos,
pero sin pensar en las consecuencias, porque de
hacerlo el conocimiento asesina al deseo.
Noche de brujas, una noche ideal para bailar desnudo con
Satanás, bebiendo todos de la misma copa, una bebida hecha con miel y gotas de
sangre de los presentes, quebrantando lo mismo que él hizo cuando vivía en
armonía con la naturaleza de su creador.
Esta noche no importa nada, pero ¿se podrá participar y olvidar
por un momento tu identidad? El olvido siempre trae consecuencias, algunas
jamás terminan.
Noche para adorar al diablo, invocarle y consagrarte a él, quizá
mañana te arrepientas y creas que nada ha sucedido. Repítelo, «Si he de morir
esta noche, quisiera hacerlo de la mejor forma para honrar a este mundo,
desnudo en una orgía, bebiendo y quizá con el cuchillo manchado con la sangre
de ellos», me decía mientras me ofrecía la copa en presencia de ellos.
Juan M. Castro
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