«No puedo pretender vivir si anulo tu humanidad, no creo
poder encontrar el sentido de mi vida si violento la armonía de la naturaleza.
Encontrarme conmigo mismo, es reconocer el valor de todo lo que me rodea y
vivir simplemente con ellos».
La conciencia universal, una conexión con la naturaleza y
todos los seres vivos que permite vivir en el más perfecto acorde, donde las
diferencias no son ventajas, tan solo formas de una personalidad. Un gran acto
que hace retornar la dignidad en el entendimiento, entonces el valor de lo
insignificante y de lo grande pierde relevancia.
La conciencia universal permite transformar y redefinir el
sentido mismo de la existencia, es una nueva comunicación en el reconocimiento que
se antepone a las palabras, donde las acciones tan solo fluyen.
La memoria hace posible que las partes más dañadas del
interior, así como lo agradable con la vida sea reconocido en su estado más
puro, quizá entonces el entendimiento de la raíz haga posible el cambio, más
prometedor que el enfoque en la intensidad y en lo que ha venido
produciendo.
La primacía de la inteligencia humana es para la
contemplación y la vida en la más perfecta coexistencia con el mundo entero,
desposeyendo al poder de la fuerza de servirse solo a sí mismo, en la aberrante
fantasía, una actitud egoísta que altera y daña todo el entorno.
Somos parte de una gran obra que tiene su firma, un creador
desconocido en los oscuros prejuicios de las mentes controladoras, aquellas que
intentan interpretar y definir al que no puede ser encerrado en palabras, sí,
hablo de Dios, el creador de todas las manifestaciones de vida.
Aquella noche estaba solo como de costumbre, secaba mis
lágrimas, no eran de tristeza, era una emoción infinita e indescriptible, el reconocimiento
de la libertad, algo que no tiene precio.
Juan M. Castro
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