¿Es posible vivir con
intensidad la belleza de la vida, sin dejar de pensar en la muerte? A cada
momento las circunstancias que existen en el mundo amenazan la tranquilidad de nuestro
pequeño mundo o círculo familiar. El peligro y la destrucción más allá de la
propia voluntad se convierten en una posibilidad, lo vemos con tristeza día a
día en las vidas de otros.
El egoísmo encuentra
su mejor morada en las propias justificaciones, un estilo de vida que hace
olvidar al otro, aquel que nunca debió de ser ignorado, pero sucede con
frecuencia y es asesinado, anularlo también es otra forma de matarlo.
Entonces el
entusiasmo del esfuerzo es cuestionado, pero más en el último sentido de la
vida, una emoción que lo trasciende todo, el aliento del espíritu humano que se
alimenta solo del amor.
Muchos han sido
asesinados, un grito interior silencioso, sí, es muy doloroso, pero seguirá
sucediendo, quizá los siguientes seamos nosotros.
La humanidad se
conmociona frente a los juegos de las mentes corruptas, tan solo nos lleva a
mirar más allá de este mundo, sí, hay mucho más, realidades que adquieren
muchos nombres y que han florecido en los corazones vacíos.
El comportamiento es
consecuente de sus propios principios lógicos, pero más influye una emoción interior
que se fortalece o muere en el tiempo, el amor.
La vida se ha
convertido en una lucha, una guerra final ha resurgido, pero la realidad obliga a definirla como una batalla espiritual.
Juan M. Castro
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