Mi querido amigo, siempre llega el doloroso momento en que
el amor se duerme, un triste proceso, pero bello en el verdadero sentido, aquel
que toca la puerta de la realidad del espíritu. ¿Acaso crees que podrás seguir
amando de igual forma a quien ya partió de esta vida? Una gran frustración, una
engañosa emoción unida solo a la memoria, un sentimiento de abandono
involuntario.
«¿Dónde estás? Te necesito, quiero escuchar que me amas de
igual forma madre mía», gritaba él con gran fuerza en su interior, pero sin
emitir ruido alguno, un silencio desgarrador.
Permite que las emociones fluyan, sé que hoy el
entendimiento se torna irracional, pero en el tiempo la tranquilidad llegará, pero
de vez en cuando se hará presente la melancolía, sí, un sencillo recordatorio,
un homenaje a la mujer que te enseñó a amar.
¡Cuántas cosas se dicen! Sí, muchísimas, pero solo tú le
darás un sentido a esta preciosa experiencia que parecía nunca terminar, algo
que te niegas a definir porque sabes que vivirá en tu interior.
Los días corren, pareciese que una parte tuya también se ha
marchado, pero algo de esa memoria aún vive, sí, fluye de tu persona, porque siempre
serás el hijo amado y moldeado por ella, el sostén incondicional que la
acompañó hasta el suspiro final, la última gran bocanada de aire que la apartó
de ti, pero que la transportó a la paz que ya nadie le quitará.
¡Qué hermoso día tuvimos ayer! Se aproxima mi cumpleaños,
estaremos fuera de la ciudad disfrutando juntos cada momento, pero sé también que
este amor un día se dormirá.
Mi querido amigo, amar es vivir con plenitud cada momento,
no tiene nada que ver con poseer, gracias por tu lealtad.
Juan M. Castro
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