El tiempo y la
irreal sabiduría social parecía haberse llevado lo mejor de ella; cansada y
perdida entre tantas definiciones, decidió retornar a sus orígenes, aquellos
días marcados solamente por un futuro lleno de anhelos, pero no, la vida la
sorprendió con la muerte, tan solo le quedaron algunos minutos de conciencia
después del accidente.
«Mi cántico, el
mejor, el más real y el último, estoy conmigo misma finalmente», pero sintió miedo
y soledad, todo se desvanecía, un profundo sueño la abrazaba, finalmente una alegría se apoderó de ella, todo se oscureciٔó a su alrededor.
No estaba sola,
una intensa luz estaba presente, la hizo reaccionar, un gran conocimiento y entendimiento
despertaron en ella, todo se transformó, la esencia en su estado más puro y
armonioso con su creador.
Nada termina,
simplemente se transforma, la vida simplemente es un equilibrio, es
indefinible, pero depende de la sensible armonía con todos los seres y el
universo.
El poder para
dominar, el abuso para colectar y la necesidad de brillar por encima de los
demás, son los mayores males, es contrario a la espiritualidad, a esa realidad
que jamás termina.
«Pareciese que
fue ayer cuando hablo de mi infancia, mi madre y mis hermanos, pero no, fue
hace mucho tiempo».
Te quiero.
Juan M. Castro
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