La salud y la belleza pertenecían ya al ayer, no había diferencia,
tan solo era ahora una gran memoria prolongada entre la niña, la madre y la
abuela, muchas imágenes de una misma persona chocando entre sí; aunque su fe en
la certeza en un Dios misericordioso era inquebrantable, pero el dolor la hacía
sentirse desesperada, tenía mucho tiempo postrada en esa intensa lucha por la
vida, una batalla que llegó a su fin.
La última gran lucha con la vida, la confrontación con la
muerte, pero tan solo un proceso natural y transcendental, la victoria, el
sentido único que jamás termina, el encuentro con el creador.
Ahora ningún recuerdo corresponde ya con su realidad, el
sufrimiento y las necesidades se han ido para siempre.
«Un gran luz, una gran fuerza indescriptible me ha
abrazado, me ha transformado, me ha unido a Él para siempre», susurró en mis
sueños, en medio de mi dolor.
Te quiero.
Juan M. Castro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario