jueves, 7 de agosto de 2014

El momento ha llegado




Estaba ya cansada de él, pero sabía que lo necesitaba por el momento, sería un instante el que terminaría cuando llegara la oportunidad que esperaba en el menor de los detalles de la vida diaria.  



Esa noche, después de sentirse obligada a entregarse, el se levantó de la cama al escuchar a los perros ladrar, ya nunca más regresó, el momento tan deseado para ella había llegado.   


«Yo no lo mate, pero nunca lo amé, en estos últimos años lo quería fuera de mi vida, lo peor le deseaba y hasta en su muerte pensé, pero eso no me hace culpable. Debo de reconocer que me he hecho admiradora de su asesino, pues con su crimen ha hecho realidad mis sueños», recordaba entre risas su declaración a la policía. 


Quizá seamos inocentes en un determinado caso, tan limpios como una ingenua y tonta paloma, pero eso no quiere decir que la ética y la moralidad sean parte de nuestra vida. 


En el funeral ella lloraba con gran intensidad, pero no por él, sus lágrimas eran de alegría, de sentirse liberada, ¿era cruel? 


Estamos insertados en una sociedad que nos ha enseñado a manipular las propias emociones, teniendo una para cada ocasión, un tonto prejuicio sobre el deseo, aquel impulso honesto y natural que surge en la más perfecta armonía con la reacción, aunque no siempre el efecto es positivo. 


Quizá no sea verguenza, más temor el descubrir que es tan poco los que nos diferencía, que bien podría haberlo hecho yo. 


Te quiero

Juan M. Castro